
Trujillo e Ibiza son hijas del mundo fenicio y púnico, ambas son únicas y discutibles, como los grandes misterios. Adoraron siempre a una diosa, Astarté o La Victoria, Tanit o la virgen de las Nieves y no porque esta Isla sea propicia a las blancuras invernales, simplemente por una coincidencia, como casi todo y es en las confluencias donde se reafirman los arquetipos. La victoria de Trujillo no ha sido completada ni las nieves adornan los inviernos insulares.
Trujillo lo tengo en este momento descuidado a cerca de mil kilómetros de vellón y todo ello aunque las ovejas de Ibiza tengan poca lana. Tengo la mente en el espacio y mis ambivalencias hacen horas incontables en su espectro, cuasi universal y desde luego infinito en mi temporalidad.
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