jueves, 7 de octubre de 2010

EL RINCÓN DEL OBISPO EN SOLÓBRIGA

El señor obispo aquel sabía bien donde colocarse las querencias. Más que rincón es una solana tras las fuentes del arroyo histórico y bajo una fortificación que no andará muy lejos del origen toponímico que nos sugiere Solóbriga, una población de tantas que se tragó la historia al no citarla y un arroyo como único testigo. Si hoy describimos su existencia se lo debemos a la geografía que vigilante y solitaria recoge viejos conceptos de verdadera tradición oral.

La historia extremeña se esconde virginal entre sus peñas de nombres solitarios. Un soldado del servicio geográfico militar preguntando incesante a lugareños olvidados. Un nombre anotado y la memoria de la magia inscrita en un dibujo es carta de viaje y enlace fragmentado, pues el hombre si por algo vive es por sentirse al lado de quien recibe y da la noticia, sorpresa agrada con sentires de vida que además devuelves bien pagada al ser eco.

Hacemos la historia del hombre con el nombre de una peña testigo de haber sido vista antes. Así se siente vivir el hombre constante y con tal dando fe como notario de la Vida ante Dios. El pájaro silba o canta sensaciones contestadas interminablemente como la historia cuenta sin cesar sus hechos mientras habla la piedra plasmada hacia el futuro.

El señor obispo ayer y hoy nosotros en el mismo sitio vemos caer el igual chorro de agua interminable, visión continua que debemos mantener vigilante para que no pare la máquina del infinito. Por ello es importante conocer la historia, hacerla y permitir que algún día se conozca. El cielo escampa y brilla más el agujero débil que nos separa del azul. Es un escenario de colores y vida, son explosiones agradables y fuertes, canciones con la lluvia y cuando amaina cambia un poco subiendo el tono acordado en el concierto de coloridos petirrojos... hasta parece oírse a lo lejos, muy lejos, un mohacín virtual de alguna mezquita hispana soterrada. Contesta la abubilla anunciando buen tiempo y se sienten caer las chispillas del rocío en la gran hoja de un repollo salvaje y tal vez venenoso... a lo mejor ni siquiera es repollo.

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