miércoles, 19 de agosto de 2009

TEMPLOS DE LA HISTORIA

La penillanura tiene dos focos, Trujillo y Malpartida de Cáceres pero Ibiza es un otero natural donde los volúmenes del alma se concentran entre las brumas de la distancia. Una escapada al Mediterráneo puede encender conexiones increíbles y no porque este mar interior y antiguo esté en medio de la antigüedad sino que los atrases de nuestras vivencias se manifiestan a la gracia de energías históricas donde alguna vez la Magna Mater Nutricia se manifestó especialmente.

Trujillo e Ibiza son hijas del mundo fenicio y púnico, ambas son únicas y discutibles, como los grandes misterios. Adoraron siempre a una diosa, Astarté o La Victoria, Tanit o la virgen de las Nieves y no porque esta Isla sea propicia a las blancuras invernales, simplemente por una coincidencia, como casi todo y es en las confluencias donde se reafirman los arquetipos. La victoria de Trujillo no ha sido completada ni las nieves adornan los inviernos insulares.

Trujillo lo tengo en este momento descuidado a cerca de mil kilómetros de vellón y todo ello aunque las ovejas de Ibiza tengan poca lana. Tengo la mente en el espacio y mis ambivalencias hacen horas incontables en su espectro, cuasi universal y desde luego infinito en mi temporalidad.

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