Me disputo entre los Lares dispares dislocando la secuencia pretendida y diferenciada entre los gorgojos de los cantonitas de Saturno.
Escurro mi ánima por los recovecos del compacto y canto que voy de canto por un interminable pasillo de pasadera a los allases de Nicanora.
Que florada mañanera a la espera de nada y libre me libro y salto al alto del serrejón con pintas de la noche anterior. Mientras las comadres cloquean a la vera de lo que se tercie los oscuros golondrinos desmemoriados no se van y quedan prietos en la presa de la artesa campesina.
Que gorda era mi nave para tan poca canal y que prieta encaja en la raja que no pasa si no suelta el asidero saliente de estribor. Y no volvieron nunca más allá de la media tarde y que se guarden muy bien no sea que la Luna les chupe su mirada.
Acabada la zozobra se recorren el trecho en un susto pero a gusto alcanzan la caza de la cacerola.
En bolas terminaron los maitines y gorda fue la peripecia de la vieja Loba.
miércoles, 20 de enero de 2010
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